La teoría del apego explica la relación que existe entre las experiencias parentales tempranas y la capacidad para poder crear y tener relaciones cercanas y confortantes con otras personas a lo largo de la vida.
La familia desempeña un papel principal para configurar los modelos representacionales que regularán la interacción futura de los niños con el entorno.
Dichos modelos permiten a los niños copiar las conductas de los adultos tanto para sí mismos como para desenvolverse ante situaciones en las que se encuentren otras personas.
Además de ello, estos modelos representaciones se encuentran relacionados con la protección y la seguridad que tienen los menores en las relaciones con los demás, así como el sentimiento de sentirse seguros, próximos y queridos por los demás.
Así pues, el apego es uno de los factores que evaluamos en psicoterapia, ya sea a población infanto-juvenil o adulta, ya que el apego que ha ido desarrollando una persona a lo largo de su crecimiento podría determinar el nivel de autoestima y la seguridad en sí mismo, entre otras cosas.
Tipos de apego:
- Apego seguro: caracterizado por la confianza en las figuras de apego. Las personas con este tipo de apego suelen sentirse cómodos tanto en la proximidad con en la independencia. Además de ello, son capaces de desarrollar una base segura para explorar el mundo. Este tipo de apego es el más saludable puesto que las personas se sienten validadas emocionalmente y seguras con las figuras de referencia cuando se encuentren angustiados. Este tipo de apego es el resultado de la sensibilidad materna, la interpretación correcta, la percepción adecuada y respuestas contingentes apropiadas a las diversas señales que los niños hacen durante su desarrollo, fortaleciendo el vínculo.
- Apego inseguro-evitativo: los menores aprenden a “sobrevivir” sabiendo que no pueden contar con sus cuidadores, como si no tuviesen confianza en la disponibilidad de los padres en los cuidados principales, fomentando una menor ansiedad durante la separación y un mayor desinterés por sus figuras cuidadoras, llegando incluso al rechazo de los mismos. Estos menores tienden a evitar la intimidad emocional, pueden tener dificultades a la hora de confiar en los demás y pueden parecer distantes o independientes. Además, a menudo intentan desarrollar estrategias de afrontamiento para evitar el dolor emocional.
- Apego ambivalente: este tipo de apego es muy dañino puesto que el vínculo con los cuidadores es inapropiado. Las personas con este tipo de apego pueden tener dificultades para sentirse seguros incluso cuando están cerca de las figuras de apego. También, pueden alternar entre buscar y resistir la cercanía emocional, mostrando una ambivalencia emocional. Además de ello, en la etapa adulta, son personas que tienden a tener una personalidad marcada por la autocrítica, problemas de autoestima, inseguridad, necesidad de ser aceptado, miedo a perder las relaciones con los demás y estar dispuesto a hacer determinadas cosas por mantenerse en un grupo, generando un problema de dependencia emocional importante.
- Apego desorganizado: este tipo de apego se da en entornos patológicos donde existen patrones incoherentes en la relación con las figuras de apego. Estos entornos pueden estar marcados por maltrato físico y/o psicológico, agresividad o abuso, entre otras cosas. Las respuestas a las figuras de apego pueden ser confusas ya que los menores quedan envueltos en una trampa entre el entorno en el que se encuentran y las figuras de apego. Este tipo de apego suele marcar mucho a las personas en la etapa de la adultez, ya que pueden tener problemas para relacionarse con otras personas o hacer una vinculación adecuada y es por ello por lo que podrían tener dificultades para establecer vínculos sanos y seguros. Además de ello, también poseen una autoestima baja, al igual que carencias y necesidades emocionales.
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Irene Raposo. Psicóloga General Sanitaria.